La Constitución y un pepino


El procedimiento es así por un claro objetivo. No se hace al tuntún.
Nuestro sistema legislativo es el que es por estar en un Estado Democrático de Derecho (en mayúsculas). Es lento, debatible y redebatible, engorroso, burocratizado. Muy leeento. Es un sistema de leyes y se piensan dos veces las normas, ya que sus consecuencias son tremendamente importantes.
La ley del pepino: Un grupo parlamentario decide proponer una ley desde la oposición para defender el pepino español. Se debate si procede hacer esta ley o no. Se vota en una cámara, se vota en otra y se da un paso adelante. Se crean comisiones para investigar cómo proteger al pepino, que si un etiquetado, que si unas multas a quien mancille su nombre. Las comisiones, meses más tardes y tras votaciones, llevan la propuesta al Congreso. El Congreso debate de nuevo. Que si pepino sí, que si pepino no. Pues pepino a veces, porque finalmente se aprueban algunas cláusulas adicionales y se pasa la ley de pepino por… el Senado que lo ha de votar también. En el Senado no gusta la ley del pepino. Pepino no.
La ley vuelve al Congreso y ahí ya sin tocarla más (la ley decimos) se aprueba finalmente la Ley ordinaria de protección del pepino español. Sólo tuvieron que pasar 5 meses y 3 semanas. Es necesario ese tiempo para asegurarnos que asentamos las correctas bases de protección de nuestra noble hortaliza.
En cambio, ahora los partidos mayoritarios, PSOE y PP, deciden reformar la Constitución en cuestión de semanas. ¡De días! Sin ningún tipo de debate previo. O peor aún, habiendo debate pero en la calle y no dentro de la Cámara del Pueblo.
Vamos a cambiar además la Constitución por intereses cortoplacistas para hipotecarnos soberanamente de por vida, y recalco el doble sentido de soberanamente.
Como el Gobierno de Angela Merkel decide en Alemania introducir un artículo en su Carta Magna para que legalmente su Estado no se endeude más, nosotros lo copiamos. Lo copiamos a la desesperada para calmar a los mercados salvajes y lo copiamos a la manera express para poner la guinda a la legislatura a dos meses de las Elecciones Generales.
¿El método? Ha fallado.
¿Las formas? Han fallado.
¿Las razones? Han fallado.
¿Las consecuencias? Simbólicas, pero relevantes. No sirve de nada que se obligue el Estado a no endeudarse porque nuestra firma de los Tratados comunitarios ya nos exigía seguir las pautas marcadas en Maastricht poniendo un techo al déficit y a la deuda.
Es de un gran derrotismo democrático, que nuestra Constitución, fruto de la utopía de una Transición pacífica y esperanzadora de hace 30 años, se vea afectada de forma tan sucia por las circunstancias vigentes de unos inversionistas recelosos.
Primero los servicios públicos. Primero los derechos sociales. Primero el Estado del Bienestar. Después ya veremos cómo nosotros –nosotros somos el poder- seremos capaces de hacer frente a los ciclos económicos.
Podremos recortar, podremos reajustar y podremos replantearnos muchos cambios en nuestro modelo de financiación, pero manchar la Constitución, hasta ahora intocable, para cerrar a cal y canto cualquier manera de intervención keynesiana-estatal para hacer frente a una crisis, dejándonos a la deriva, todavía más, en manos especuladoras, es, ante todo, un error.
Es ante todo el mayor error que se ha cometido en este país desde 1978.

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