Banca cívica no es ética


Inteligencia (+) militar, fuego (+) amigo, santa (+) inquisición… muchas veces combinamos palabras para crear nuevos conceptos cuando a priori son contradictorios y no podrían ir en la misma frase.
Por ejemplo, “Banca (+) cívica”. La banca es una entidad financiera con ánimo de lucro cuya actividad reside en el comercio del dinero, que es a su vez el producto menos cívico que puede haber en el mercado.
“Banca cívica” como marca comercial es un gran acierto. Desde el punto de vista del marketing es el hallazgo exacto de ese nicho de mercado de pequeños ahorradores, que son la base a su vez del sistema financiero nacional, que están hartos de que los bancos los gestionen los banqueros y que las cajas cada vez estén más alejadas de su idea original.
Pero vayamos atrás. ¿Por qué ahora veo esta nueva entidad en plena expansión en 2011? ¿Banca cívica es cívica?
Para responder a estas preguntas hay que recordar que el crash financiero de 2009 fue como un aguacero sobre unos pequeños castillos de arena que eran nuestras cajas y bancos. Los bancos, más sólidos, supieron saldar la envestida. Las cajas, sin embargo, han tenido que reorganizarse y partir de cero.
Eran ya demasiadas entidades de ahorro y no quedaban fondos públicos para rescatar la mala gestión, la avaricia y la improvisación de sus directivos.
La solución que se nos dio a las cajas españolas desde las instituciones financieras internacionales fue la más cómoda y menos quirúrgica de todas: “Fusionaos”. Y empezó lo que se conoce como O.R.G.I.A.: Ordenamiento Reorganizador General Interbancario Acelerado.
O.R.G.I.A para arriba, O.R.G.I.A para abajo, y a ciegas, también sea dicho, salieron unas combinaciones de lo más dispar. De algunas combinaciones algunas entidades a posteriori quisieron conservar su nombre comercial, otras su denominador común geográfico, pero otras fueron más allá.
Caja Navarra, Cajasol, CajaCanarias y Caja de Burgos, cuyo único punto en común era un futuro más oscuro que la propia sombra de la crisis, decidieron unirse en un nuevo sistema institucional de protección (léase fusión) que se le llamó Banca Cívica.
La idea no fue mala ya que ha cosechado muchos éxitos. Una imagen renovadora, un violeta reivindicativo, un árbol ecosostenible y grafittis en sus newsletters.
Gran idea, grande Banca Cívica. Vende transparencia y aplica un mensaje directo a sus socios que se puede leer entre líneas “decimos toda la verdad porque aunque usted no lo sepa somos la fusión de unas cajas insostenibles y especuladoras que se quedaron con el culo al aire, y ahora hemos aprendido la lección”.
¿Es Banca Cívica igual que la banca ética?
Pues no, Banca Cívica es un nombre comercial de una entidad financiera normal y corriente, y la banca ética es un concepto de banca que ya existía antes de la crisis.
La banca ética no basa su actividad en la rentabilidad/riesgo, y suele estar gestionada por cooperativas. El impacto social de estas entidades financieras alternativas es muy positivo, ya que siempre prioriza las inversiones en comercio justo, educación y microcréditos para proyectos de desarrollo. La rentabilidad de sus ahorradores no será tan alta como el resto de entidades de toda la vida, pero desde luego es, sin lugar a dudas, la mejor de las bancas que puede haber hoy en día en términos de interés general y sostenibilidad.
Por cierto, Triodos Bank es la banca ética más importante que hay en España y tampoco es la única, pero que no os confundan: Banca Cívica no es una banca ética.
Si ellos no se fían de tu solvencia ni de tus avales, tú tampoco te fíes de los suyos.

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