Chikilicuatre y la tercera arista


Llamar la atención.
Es muy difícil en los tiempos que corren llamar la atención de una marca, una idea, una imagen. Ha de perfeccionarse, estudiar el mercado, buscar un tipo de persona concreta.
En la música y en la política pasa igualmente lo mismo.
Hay un tipo de público inconformista e impertinente al que le gusta llamar la atención y finiquitar el statu quo. No es necesario ser friki, ni idealista, ni tan siquiera poseer un argumentario para exponer la diferencia, hay que ser, en esencia, boicoteador, ¿y para qué? Pues básicamente para fastidiar.
Estos últimos años en el Festival de Eurovisión, surgieron artistas anti-Eurovisión, cuyo origen no es otro que criticar la monótona y escasa variedad musical e incluso el método de votación, y que se plantea como una alternativa al resto de los concursantes, a veces con humor y otras, con muy mala uva.
Alf Poier abrió la caja de pandora representando a Austria en 2003. Un hombre especial, ridículo y cómico, en definitiva un artista que no pasó desapercibido y del que se siguió hablando mucho.
Muchos otros lo siguieron, y de hecho, fueron escogidos en los distintos concursos nacionales televisivos. Lordi (ganadores de 2006), Verka Serduchka (2º en 2007), nuestro Chikilicuatre o la islandesa enloquecida Silvia Night (2006) con una canción cuya letra directamente insultaba a los eurofans.
Muchos de ellos quedaron mejor posicionados que las canciones típicas tradiciones, y es que la voz del pueblo manda. En este caso el televoto los catapultó hacia el estrellato provocando un efecto llamada hacia lo soez, lo freak e incluso lo insulso. Algo que hace hinchar la vena a los ortodoxos de este certamen que obviamente se siente boicoteados por el gran público.
Y es que Europa va a la deriva. Otra manera de boicotear es votando, pero en las urnas.
Hay otro sector de la población, no se sabe si más soez o más mal informado que los euroboicoteadores de la canción, pero que también son el reflejo de algo.
El pueblo llano quiere pan y circo. Es muy fácil infundir el miedo a que la UE es un ente perverso, a que el inmigrante viene a robarnos el trabajo o que hay un criminal con turbante a la vuelta de la esquina.
La extrema derecha populista y antieuropea crece como la espuma en lugares en los que nunca había estado presente y con un discurso ultranacionalista que se asemeja en distintos países.
En Hungría acaban de aprobar una constitución ultraconservadora, en Finlandia son ya casi la fuerza más votada o en Dinamarca acaban de pactar con el Gobierno de turno para cerrar las fronteras danesas, justo al contrario de lo ratificado en el Acuerdo de Schengen.
Los inmigrantes, Bruselas, los gays y suponemos que alguna que otra estrella del pop hacen temblar los cimientos sociales y nacionales de estos países avanzados.
El votante desinformado o el votante boicoteador son el target de este discurso. Hay que olvidarnos del viejo esquema rectilíneo de izquierda-derecha (o izquierda-centro-derecha), ya que aquí hay una tercera arista puntiaguda –no digamos tercera vía, que es un eufemismo de Tony Blair que nunca nadie creyó- en lo que se conforma como el nuevo triángulo sociopolítico europeo, donde se sitúan cada vez más ciudadanos: Izquierda democrática – derecha democrática – populismo antidemocrático.
Hay que llamarlo por su nombre, ya que el recorte de derechos que plantea esta fuerza y su discurso vacío de argumentos lo convierte en un (neo)populismo del S XXI en el que hasta ahora era el continente más avanzado e instruido.
Tal como los eurofans pusieron el grito en el cielo con Chikilicuatre, los demócratas nos rasgamos las vestiduras ante el continuo triunfo de esta nueva ideología que ha entrado en juego.
Ver para creer.

No hay comentarios: