El libro ha muerto, ¡viva el libro!


La ciencia ficción siempre ha sorprendido a todo el mundo en su momento de publicación. En la película Fahrenheit 451 de François Truffaut (1966) se recrea una sociedad futurista donde los libros están prohibidos, la gente no puede leer y el poseer cualquier ejemplar era delito y tenían que ser quemadas todas sus páginas. En esta obra se narra la nefasta idea de que en el futuro se prohibiría la literatura porque leer hace pensar, sentir, entristecerse y aísla al individuo del resto de la sociedad.
Afortunadamente hoy se sigue leyendo. Todo es lectura porque todo es comunicación. Hay que leer para trabajar, para desplazarnos, para buscar y encontrar, para actualizarnos, para saber de la otra persona.
Esto es la sociedad de la información, y la información son imágenes, pero también palabras.
Una novedad ha sido recientemente la aparición del libro electrónico o eBook. Se trata de un reproductor de lectura, como podría ser de vídeo o música, pero donde se puede almacenar toda una biblioteca personal en un solo aparato.
Se ahorra espacio, se salvan árboles, se hace accesible cualquier autor, se lleva consigo y apenas gasta energía porque sólo se consume la batería pasando de página electrónicamente, es decir, de pantalla.
Intenta simular un libro, con su forma, peso y tamaño, e incluso con la luz de la pantalla para que parezca una hoja de papel.
Sin embargo, no nos engañemos, un libro electrónico no es un libro.
Un amante de los libros es un amante de la literatura. Un lector de eBook puede ser un gran amante de la tecnología, pero quizás sin pasión literaria. Y esto ha sido un error de cálculo marketiniano por parte de las empresas productoras de estos dispositivos y de las editoriales que quieren dar el cibersalto sin red.
El target de cualquier obra literaria clásica o moderna adora el libro, con su cubierta, con sus páginas, su olor y estantería. Un consumidor que seguirá gustando del libro de toda la vida.
Quien compare los libros con la digitalización de la música se equivoca porque el formato musical sí que evolucionó por sí solo todas estas décadas: disco, cassette, CD, mp3, ipod, playlist on line… pero la música es dónde y el libro es cómo. Además, se siguen vendiendo vinilos, todo sea dicho.
Con esto no hay que menospreciar el libro electrónico: puede tener grandes ventajas a nivel de investigación y estudio, guardando grandes volúmenes de enciclopedias, manuales y libros de consulta en un par de dispositivos.
Ahora bien, a nivel ocio, a nivel disfrute literario, el libro no ha muerto ni morirá. A cualquier persona lectora se le pone la piel de gallina con la vaga idea de un mundo sin libros como en Fahrenheit 451.
Así pues, tendrá el eBook un ciclo de vida como cualquier otro producto, y se comprarán, y se le podrá sacar el máximo provecho, pero tendrá un fin. Y aparecerán otras formas de lectura electrónica que convivirán de la mano con el libro de toda la vida.
Lo bonito de esto es que se demuestra que el ser humano sigue siendo humano mientras que haya teatro, lápices, tambores y libros por los siglos de los siglos. Amén.

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